COMPENDIO.

Solanas.

20110101
Fluctuosos son mis escritos, de mismas experiencias y de testimonios falsos.
Una vez, comenté perspectivamente de lo que creía yo de la suspicacia de una entrevista, inclusive, Sanina osó decir: "¿Entonces, cuanto mentirás en esta entrevista? - LO QUE SEA NECESARIO".

El mentir, nos deja narrar de una manera ponderable. Sencilla, cuando uno tiene en sí una manera de decir las cosas y que uno prefiere comentarlas al aire, cuando imagina.

Comúnmente, cuando voy en el metro ó en el tráfico, imaginar y mintiéndome, me despeja de muchas cognociones que no deberían de ocupar mi mente en esos entonces. En otrora, miraba a los escritores como seres que sabían hablar. Pero al fin comprendí, que los escritores, son los mejores en la mentira. No lo sé si sólo escrita, si no que quizá, sean los mejores asesinos.

Escrito:

"Viendo que de la vida me torne una persona sumamente mentirosa, no sólo por que la apariencia de un individuo que sólo yo puedo sostener, me lleve al extremo mitománico. El problema aquí, es que me encanta mentir, mentirme a mí. Solvento a mí mismo, la manera de encontrar el placer de salir de una realidad cualquiera, la más pasgüata y la más ecuánime, para poder legitimar la historia de cualquier cosa.

Miro y sostengo, no es sólo por dividir la fantasía ni la ficción. Ni contar puntos a los cuales jamás serán venideros. Comprendo que a veces, la baladí me salga mal obrada, pero hasta en esos entonces, la adrenalina por desmantelar mi mentira, me deja con una satsifacción.

No me miro como el gran mentiroso, de hecho de todas las mentiras que he dicho, el fracaso de éstas se debe por que no he podido mantenerles ni un solo día. Si la indiosincracia es la que me lleva este extremo, prefiero preponderar en decir: "yo vengo de un barrio, en el cual, se come borrego. No cerdo ni res, sólo cabrial. En cualquier platillo de tipaje, yo lo como desde que tengo conciencia. Y no cualquier cordero, más bien, es un cordero hecho a la medida para nuestra mejor deglutación. Éste animal, debe de pasar por procesos; por medidas que solo los ancianos de la colonia deben de memorizar. Cual ritual, mientras más astuto el cordero, más sabrosa la carne.
Dicen los mismos senectos, que el cordero debe de tener un poco amarillenta la tez. Que esto, le da una sazón más correcta, una sazón que es la adecuada. Por eso, cualquier cordero, también debe de ser el cordero. Sería un descarrío pues, si un cordero cualquiera llega a nuestras bocas. Ya que jamás sabemos del color de su pelaje si lo vemos sólo en guisado. El cordero, debió haber bebido por más de siete días, agua de manzanilla. Se le debieron lustrar las pezuñas y consentir la lana, cepillándole diario. Se le debía de leer anécdotas (sin afán de hacer reír ni de broma), al borreguito, se le tenía que leer. Procurar que el orador, tuviese cuidado con decirle algo que asemejase lo cruento que sería su desenlace. Siempre se le tenía que sacar en las noches, la luz de luna, le daba un tinte de profundidad.

Al final de cuentas, los borregos de noche escapaban, por eso, siempre se quedaban los viejos, los que tenían una pata coja ó los que ya eran muy gordos como para correr. Pero la mayoría enfermaba y moría. Entonces, comíamos res. Casi nunca podíamos completar el rito del cordero.

1 comentarios:

elizabet BJ at: 21:38:00 dijo...

el rito del cordero